helllloooo!!!!!!

Hola a todos los que me visitan , se los agradesco mucho.

Esta pagina es para todos los que se quedaron con hambre de mas twilight (y me imagino que todos los amantes de twilight se quedaron como io, hambreados y sedientos de maaaaaassssss). Esta no es una pagina para buscar fotos de los protas en cueros, asi que no quiero que despues anden diciendo, "esque ahi no hay nada bueno" jajaja >D ( Aunque de vez en cuando les voy a soltar unas cuantas )
Recuerden:POR CADA VEZ QUE LEAN UN ARTICULO Y NO DEJEN UN COMENTARIO...EMMETT SE COME UN CACHORRO DE LEON :D:D:D JEJEJE

viernes, 31 de julio de 2009

100 Monkeys (entrevista)






















La banda de la Costa Oeste conformada por Jackson Rathbone (alias Jasper Hale de la "saga crepusculo", Ben Graupner, Ben Johnson y Jared Anderson han causado revuelo en el país con su unico e improvisado estilo musical
Categorizados en su Myspace como como una combinacion de "Musica clásica Japonesa, y 2-step O_o " cuál puede ser bueno para describir bastante o igualmente como cualesquiera, los 100 monkeys están viajando actualmentedurante el verano con su Debut CD Monster De Lux.
Tan solo escuchen a la audiencia gritando o siga a la manada de twi-fans sobre emocionados y seguro los encontraran
¿Cual es el origen de los 100 mokeys?
Jackson: Nosotros comenzamos con Ben-G y yo hace mas o menos 3 años, luego el se mudo a Los Angeles. Antes eramos ocmpañeros de cuarto en la preparatoria. Luego conocimos a Ben J. Luego empezamos como una banda de dos personas improvisando musica y trantando de que Ben J se nos uniera. Paso el tiempo y conocimos a Jared Anderson con quien nos la pasamos todo el tiempo, vivimos en armonia es fantastico
Ben G: Es como un reality de MTV
¿Alguna vez harian uds un reality?
Jackson: No, eso solo haria un drama enorme sobre un problema pequeño que en realidad es
Jared: Si fuera un reality para el Discovery Channel, entonces si
¿Hablando de Discovery Channel, por qué eligieron nombrar a la banda después de ver “el centesimo efecto del mono,” que por su página de MySpace, “generalmente describe instante, separarse paranormal de una idea o capacidad al resto de una población una vez que cierta porción de esa población haya oído hablar de la nueva idea o haya aprendido la nueva capacidad”?
Jackson: Eso fue en parte, [esa idea] si usted coloca 100 monos en el cuarto con 100 máquinas de escribir, crearán eventual los trabajos de Shakespeare. (Véase: Teorema infinito del mono) es el cierto estilo de la música que hacemos y la música escribimos.
¿Si uds tubieran su propia teoria del "efecto del mono" la impartirian a la sociedad?
Ben G: Wow
Jackson: Realmente estamos intentando conseguir a gente para el memorial de Spencer Bell. (http://www.spencerbellmemorial.com/) es una ventaja para la investigación de cáncer suprarrenal y nuestro amigo Spencer Bell, que era nuestra influencia más grande de toda nuestra música. Él murio hace aproximadamente tres años, así que somos funcionamiento justo, intentando mantener su memoria viva y guardar su música hacia fuera a las masas. Podíamos levantar el dinero para poner hacia fuera uno de sus álbumes, y tenemos 3 más debido a la ayuda del ventilador que hemos estado consiguiendo. Es increíble.
¿Pueden todos tocar instrumentos?
Ben G: No, pero lo intentamos, tocamos al menos 2 cada uno
Jackson: Queremos darle a nuestra audiencia un buen show. Amamos a nuestros fans . Nos encanta tocar. Y sentimos que cuando vienen al show, quiere oir canciones tocadas en vivo como nunca. La gente siempre llega y nos dice que improvisemos nuevas canciones.
Jared: Yo siento "como que hay que hacerlo o si no nos demandan" y luego yo me pongo en plan de "no se como" y los chicos me dicen "Pues tragate el miedo y aprende!"

Summit responde !!!!!!

“Nosotros en Summit Entertainment estamos muy decepcionados por los recientes comentarios hechos por Rachelle en los que culpa al estudio por las decisiones que tomo en su carrera” Summit le dijo a Access Hollywood en un comunicado la tarde del Jueves. “Su decisión de discutir su versión de los conflictos de agenda públicamente han forzado al estudio a plantear las cosas y corregir los hechos”.
La tarde del Jueves, Rachel mandó un comunicado a Access en el cual dice que estaba “completamente comprometida” con su rol de Victoria, un malvado vampiro en busca de venganza en el tercer filme. Agregó que estaba muy “apasionada” por el papel. La actriz comunico que rechazó varias oportunidades de otras películas como parte de su compromiso por Victoria. Agregó que su agenda de grabaciones para el papel que si tomó en la película de “Barney’s Version” solo se traslapa con la filiación de Eclipse 10 días.
. “No fue hasta Julio 20 que Summit fue informado por primera vez que la Srita. Lefevre se comprometió con “Barney’s Version”, un compromiso que sabemos, aceptó desde inicios de Junio”. La productora también dijo “Summit a actuado de buena fe de que ella estaría disponible para cumplir con sus obligaciones, ambos en temas de ensayos y disponibilidad de grabación para Eclipse. Sentimos que su decisión de retenerle a la compañía información de sus conflictos de agenda se puede ver como una falta de espíritu de cooperación lo cual afecta a la producción entera”.
Summit reclama que el representante de Rachelle fue informado de la agenda de filmación de Eclipse en Abril. El estudio dice también que el traslape de los 10 días es tiempo crucial para la filmación de Eclipse. “La srta. Lefevre tomo un rol en otra película que la envía a Europa durante el tiempo requerido de ensayo y además de por lo menos 10 días de la principal fotografía de ‘Eclipse’. Este periodo es esencial para ambos, el ensayo con el reparto y para filmaciones CLAVE en locaciones que solo estarán disponibles durante la parte inicial de la producción” se lee en el comunicado. “El hecho es que el compromiso con el otro proyecto de la srta. Lefreve – que optó por ocultar a Summit hasta el ultimo momento- la hace desafortunadamente No disponible para actuar el rol de Victoria en Eclipse” Summit concluye.
El representante de Rachelle no estuvo disponible de inmediato para comentar acerca del comunicado de Summit cuando Access lo contacto. Sin embargo temprano en el día ella agradeció a los fans de la popular serie por su apoyo.

jueves, 30 de julio de 2009

Rachel, dolida por las decisiones de Summit


“Me sorprendí por la decisión de Summit de rehacer el casting para el papel de Victoria en Eclipse”, dijo Rachelle en un anunciado a Access Hollywood.
El martes, Summit anunció que Bryce Dallas Howard tomará el papel de dicho personaje en Eclipse, que se estrenará en Mayo del 2010.

“Yo estaba completamente comprometida con la saga de Crepusculo y con la interpretación de Victoria”, continuó Rachelle, “Rechacé muchas oportunidades para hacer otras películas y, de acuerdo a mis derechos que están en el contrato, he aceptado solo los papeles que involucrarían un tiempo de grabación corto. Mi compromiso con ‘Barney´s Vision’ es de solo diez días. Summit eligió mi opción para Eclipse. A pesar de que el tiempo de producción de Eclipse es de más de tres meses, Summit dijo que ellos tenían un conflicto con esos diez días y que no era posible acomodarme. Dado el tiempo de filmación de Eclipse, nunca pude comprender como perdí el papel por diez días de superposición. Yo estaba feliz con mi contrato con Summit y estaba completamente preparada para continuar con el honor de participar de esto. Simplemente Summit decidió asignar a otra persona para el papel”.

La estrella continuó su anuncio con un tono arrepentido.“Estoy muy triste que no podré completar mi interpretación de Victoria para el público de Crepúsculo. Esta es una historia, un recorrido teatral y un personaje que realmente amo y del cual estoy muy apasionada. Siempre estaré agradecida por el apoyo de los fans y la lealtad que he recibido desde que fui elegida para el papel, y realmente estoy dolida por la sorprendente decisión de Summit de continuar sin mí. Le deseo al elenco y equipo de Eclipse todo lo mejor”, dijo la actriz.

Rachel no serà Victoria en eclipse!!!!!!!!



"Estamos increíblemente felices que Bryce haya aceptado venir a esta franquicia", dijo Erik Feig, el presidente de Summit en la producción mundial y adquisición. "Rachelle trajo a Victoria a la gran vida de la pantalla y Bryce traerá una nueva dimensión del personaje. La franquicia es afortunda de tener a tan talentosa actriz como Bryce que viene a llenar el papel".
Howard ha estado en Terminator: La Salvación como Kate Connor y ha estado en Spiderman 3, La dama en el agua y La Aldea. Estuvo nomidad al Globo de Oro por su presentación como actriz en el film de HBO " As You like It".

Lefevre se estará uniendo con Rosamund Pike y Minnie Driver como una de las tres mujeres en Barney's Vision (con Paul Giamatti). El reporte dice que el film de este proyecto empezará en la misma fecha como Eclipse (Agosto 17).

lunes, 27 de julio de 2009

Resumen de Jacob (tomado de soldemedianoche.es.tl)

Hay un vampiro cerca. Primero piensas que es la pelirroja, y supones que ha usado la distracción de la muerte de Harry para entrar furtivamente. No estás seguro de dónde está o si está observando. Tienes miedo de transformarte y cazarla, en caso de que te rodee mientras la estás siguiendo. Decides que el mejor plan es llevar a Bella de vuelta a La Push, dejar a Embry con ella, y cazar a la pelirroja con Sam.

Aunque algo no está bien. El olor está apagado. Es un vampiro, obviamente, pero no el mismo cuyo olor ha estado quemando tu nariz durante la última semana.

Antes de que puedas darte cuenta, Bella te está diciendo que pares. Su rostro se enciende más brillante de lo que habías podido ver desde el día que vino buscándote, toda destrozada. Ella piensa que los Cullen han regresado, y el coche brillante aparcado junto a su casa sostiene esa teoría. Su entusiasmo te enferma. Todo lo que ella quiere es ir al encuentro del vampiro, como si ella no fuese parte de su dieta. Estás furioso. Te resulta difícil calmarte.

Está claro que tendrás que llevártela a la fuerza si quieres impedirle que entre. Ella parece convencida de que son sus vampiros. Ella ya se ha ido –mentalmente, está a un millón de millas de ti. Y tú tienes tus responsabilidades. La pandilla ha estado ignorando completamente los límites del tratado desde la marcha de los Cullen. No puedes dejar que tus hermanos se metan en problemas, ahora que sabes que los Cullen han vuelto.

Odias dejarla allí, y estás tan enfadado porque eso es lo que ella quiere. El futuro que parecía tan esperanzador hace unos segundos se desmenuzada en nada. ¿La trae sin cuidado que la abandonaran? ¿No importa eso? Nunca ha expresado ningún enfado hacia ellos por lo que la hicieron. Supones que nunca sintió tal enfado. Ella acepta lo que hicieron sin cuestionarlo.

Necesitas irte, porque no vas a ser capaz de controlarte durante mucho más. Puedes sentir la furia creciendo. La dejas sola ahí en la calle, deseando más que nada que ella te llamará luego, que cambiará de opinión. Pero no lo hace.

Correas al hospital, y luego das la vuelta. El enfado ha disminuido un poco, y de nuevo estás agobiado por su seguridad. Llamas, y ella responde. Es cierto. Los Cullen han vuelto, y ella elige a los vampiros antes que a ti.

Es una mala noche para los lobos Quileute. Sam establece de nuevo las líneas de patrulla así que sólo se están protegiendo las millas cuadradas de la reserva. Sam no quiere dejar ningún agujero –puede haber media docena de vampiros ahí fuera, y sus intenciones no son claras. Te preocupas por Bella y la pelirroja, pero Sam habla de dejar a los Cullen encargarse de lo suyo. Detestas la idea de Bella perteneciéndoles a ellos.

El día pasa. Ningún intento de cruzar la línea. Billy llama a Charlie, y parece que sólo uno de los Cullen ha regresado, y que está con ellos. Esto te saca de tus casillas. Esto afecta a Sam -¿cuál es la nueva política? ¿Siguen las fronteras en vigor? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Están regresando los demás? ¿Están al tanto de lo de la pelirroja? ¿La consideran bajo la protección de su tratado? Si es así, el tratado está roto. Y si no van a conducirla fuera, la pandilla les considerará junto con ella. Sam, Billy y el viejo Quil discuten la posibilidad de una guerra…

Pero primero Sam quiere información –intentar mantenerlo de modo civilizado todo el tiempo que sea posible- y te presentas voluntario para el trabajo. Insistes en ir en persona. Necesitas ver su cara, ver cuan profundamente está ella implicada. Dices a Sam que obtendrás la verdad mejor en persona, porque serás capaz de decir si está mintiendo. No le estás engañando con tus motivos, pero estás viendo que suena a obligado.

Vas durante el funeral, de modo que podrás hablar con ella honestamente, sin posibilidad de Charlie interrumpiendo. Jared y Embry no quieren dejarte ahí solo, incluso cuando estás seguro de que el vampiro se ha ido por el momento. Sabes que se mantendrán cerca, pero no les quieres escuchando. Quieres ser capaz de hablar francamente con Bella, pero es todo lo que puedes hacer para mantener la calma. Su casa huele –te quema la nariz. El olor del vampiro la rodea. Ambos estáis un poco hostiles, pero ella responde tus preguntas. La Cullen sólo está de visita. Te dices a ti mismo que todo volverá a la normalidad cuando la vampiro se vaya de nuevo.

No puedes obligarte a marcharte. Puedes ver que la has herido, y te vuelves para encontrarla llorando. Te sientes peor, y mejor. Mejor porque al menos se preocupa tanto por ti. Está llorando por ti. Eso ya es algo.

Eres capaz de conversar ahora, pero cuesta. Ella los ama. Los que la dañaron –los ama. Le importas, también, pero no tanto. Encima, la vampiro está llegando de nuevo… Estás confundido, no estás seguro de cómo sentirte.

La sostienes en tus brazos, y es como era antes –como debería ser. Tomas su rostro en tu mano, y de repente quieres besarla más que nada en el mundo. No es como lo habías planeado –mal momento con la vampiro rondando alrededor por alguna lugar. Pero también piensas que tal vez es así como debe ser. Tal vez ella sentirá eso. Ves el conflicto en sus ojos, y te preguntas hacia que lado se decantará cuando tus labios toquen los suyos.

El teléfono suena en este inoportuno momento, y lo respondes. ¿Qué otra opción tienes? Puede ser Sam, puede haber problemas. Escuchas el claro y musical tono de voz con el suave acento inglés, y sabes quién es con la primera palabra. Otro de ellos. Quizás Bella estaba equivocada respecto al regreso de los demás. Quizás estaba mintiendo.

Bella está enfadada de nuevo cuando el vampiro te cuelga. Antes de que te despejes, hueles la fresca quemadura de la aproximación de un vampiro. Oyes el débil sonido del casi silencioso acercamiento de la vampiro. Intentas irte, pero el olor es más fuerte delante de la estancia. Antes de que puedas salir, la chupasangre está aquí.

Es sólo una minúscula chica, pero después de que Bella te contara lo de los vampiros con talentos extra, no estás por bajar la guardia. Aunque ella no te presta atención. Ella parece ausente de su entorno, turbada por algo. Bella llama a su Alice. Alice nombra a Edward una vez, y Bella se arruga. ¿La ha dañado la vampiro? No has visto nada. Pero te lanzas hacia delante para agarrar a Bella antes de que la vampiro pueda tocarla, y separarla.

La pequeña vampiro parece muy trastornada, y esto te sorprende. No te habías percatado de que ellos tenían muchas emociones. Estás impresionado y sorprendido de lo cómodas que parecen Bella y Alice conversando entre ellas. Eras capaz de pensar que la vampiro no podría tocar humanos de esa manera sin herirlos. Y Bella está tan natural con Alice –capaz de interactuar con ella como si Alice fuera humana. Bella parece verla de ese modo –como una persona, incluso.

La conversación es difícil de seguir. Te enteras de que Edward Cullen está en alguna clase de problema y es por culpa de alguien llamado Rosalie. Bella está gritando y luego exigiendo ayudar, y la pequeña vampiro va a dejarla intentarlo, aunque tiene claro que es una misión suicida .

Error de calculo

Un minúsculo sonido –no aquí, sino a unas cien yardas al norte- me hizo saltar. Mi mano se aferró automáticamente al teléfono, cerrándolo y ocultándolo de la visión en el mismo movimiento.

Coloqué mi pelo sobre mi hombro de un tirón y eché una ojeada furtiva al bosque través de las altas ventanas. El día era oscuro, nublado; mi propio reflejo era más brillante que los árboles y las nubes. Miré fijamente mis ojos anchos y asustados, mis labios curvados hacia abajo, el pequeño pliegue vertical de mi frente...
Fruncí el ceño, cambiando la expresión de culpabilidad por una de desprecio. Atractivo desprecio. Distraída, observé cómo una fiera expresión satisfizo mi cara, haciendo un contraste agradable con el oro de mis gruesos rizos. De la misma manera, mis ojos exploraron el vacío bosque de Alaska, y me hicieron ver que aún estaba sola. El sonido no había sido nada, un pájaro o la brisa.
No hay necesidad de aliviarse, me dije. No hay por qué disculparse. No he hecho nada malo.
¿Estaban los otros planeando no decirle nunca la verdad a Edward? ¿Dejarlo revolcarse en la angustia para siempre en los tugurios repugnantes, mientras que Esme se afligía y Carlisle conjeturaba cada una de sus decisiones, y la alegría natural de Emmett desaparecía lentamente en soledad? ¿Era eso justo?
Además, no había manera de guardar secretos a Edward a largo plazo. Antes o después él vendría a vernos, a ver a Alice o Carlisle por alguna razón, y luego habría descubierto la verdad. ¿Iba a darnos las gracias por mentirle con nuestro silencio? Difícilmente. Edward siempre tuvo que saberlo todo; él vive para este sentido del saber. Él habría tenido una gran rabieta, y se habría enfadado mucho solamente por el hecho de que le hubiéramos escondido la muerte de Bella.
Cuando se calme y deje atrás este lío, probablemente me dé las gracias por ser la única lo bastante valiente para ser honesta con él.

Millas a lo lejos, un halcón graznó; el sonido me hizo saltar y mirar a la ventana de nuevo. Mi cara adoptó la misma expresión culpable de antes y me lancé a mi misma una mirada de ira en el cristal.
Muy bien, así que yo tenía mi propio orden del día. ¿Era tan malo querer que mi familia estuviera unida de nuevo? ¿Era tan egoísta echar de menos la paz de cada día, la felicidad anterior que me habían concedido, la felicidad que Edward parecía haberse llevado con él en su vuelo?
Yo sólo quería que las cosas fueran como antes. ¿Era tan malo? No parecía tan horrible. Después de todo, yo no había hecho esto sólo para mí, sino para todos. Esme, y Carlisle, y Emmett.
No tanto para Alice, aunque yo lo habría asumido... Pero Alice había estado segura de que las cosas se resolverían al final –que Edward iba a ser incapaz de permanecer alejado de su pequeña novia humana- así que ella no había estado incómoda por el luto. Alice siempre ha funcionado en un mundo diferente al del resto de nosotros, encerrada en su realidad siempre cambiante. Desde entonces Edward fue el único que podría participar en esa realidad. Había pensado que su ausencia sería más dura para ella. Pero ella estaba segura como siempre, viviendo el futuro, con su mente en un tiempo que su cuerpo no había alcanzado todavía. Siempre tan tranquila.
Ella había sido frenética y valiente cuando vio a Bella saltar aunque...
¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado pronto?
Puede ser también que haya sido honesta conmigo misma, porque Edward vería cada poquito de mezquindad en mi decisión tan pronto como volviera a casa. Podía también reconocer mis malos motivos, aceptarlos ahora.
Sí, estaba celosa por la manera en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido Alice tan precipitadamente si me hubiera visto a mí saltar desde un acantilado? ¿Había amado a aquella banal muchacha humana más que a mí?
Pero esos celos eran algo insignificante. Esto podría haber apresurado mi decisión, pero no controlarla. Habría llamado a Edward de todos modos. Estaba segura de que él preferiría mi honestidad directa y franca sobre el engaño más amable de otros. Su bondad estaba condenada desde principio; Edward habría venido a casa finalmente.
Y ahora él podría venir a casa más pronto.
No era solamente la alegría de mi familia lo que añoraba.
Francamente también echaba de menos Edward. Echaba de menos sus comentarios, su sarcasmo que congeniaba más con mi propio sentido negro del humor que la naturaleza chistosa y soleada de Emmett. Echaba de menos la música –su estéreo atronador, su último descubrimiento independiente y el piano, el sonido que teje sus pensamientos por lo general remotos en la transparencia de las canciones de Edward. Lo echaba de menos tarareando en el garaje a mi lado mientras poníamos a punto los coches, el único momento en que nosotros estábamos perfectamente sincronizados.
Echaba de menos a mi hermano. Seguramente él no me juzgaría demasiado duramente cuando viera esto en mis pensamientos.
Esto sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes volviera a casa, antes podríamos volver a la normalidad de nuevo...
Registré mi mente en busca de algún tipo de dolor por Bella, y estuve encantada de descubrir que realmente me afligí por la muchacha. Un poco. Ella había hecho feliz a Edward como no lo había visto antes. Por supuesto, ella también le hizo más miserable que ninguna otra cosa en su siglo de vida. Pero yo echaría de menos la paz que ella le había dado en esos cortos meses. Yo podría realmente lamentar su pérdida.
Este conocimiento me hizo sentir mejor conmigo misma, complacida. Sonreí a mi rostro en el cristal, enmarcándolo de nuevo en mi pelo dorado y las paredes rojas de cedro del salón largo y acogedor de Tanya, y disfrutando de la visión. Cuando sonreía, no había ninguna mujer u hombre en este planeta, mortal o inmortal, que pudiera competir conmigo en belleza. Era un pensamiento confortable. Quizás yo no era la persona más fácil con quien vivir. Quizás yo era superficial y egoísta. Quizás yo habría desarrollado un carácter mejor si hubiera nacido con una cara poco atractiva y un cuerpo aburrido. Quizás habría sido más feliz de esa manera. Pero eso era imposible de probar. Yo tenía mi belleza; era algo con lo que podía contar.
Ensanché mi sonrisa.

El teléfono sonó y automáticamente mi mano se tensó, aunque el sonido procedía de la cocina y no de mi puño.
Supe en seguida que era Edward. Llamaría para comprobar la información que le di. Él no habría confiado en mí. Aparentemente me vio lo bastante cruel para gastarle una broma sobre esto. Fruncí el ceño mientras revoloteaba a la cocina para contestar al teléfono de Tanya.
El teléfono estaba muy al borde del largo y obstaculizador mostrador de carnicero. Lo atrapé antes de que el primer pitido cesara, y me giré hacia las puertas francesas cuando contesté. No quería admitirlo, pero sabía que miraba afuera por si regresaban Emmett y Jasper. No quería que me oyeran hablar con Edward. Se enfurecerían...
- ¿Sí? – pregunté.
- Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo – Alice habló bruscamente.
- ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué...?
- Bien, pero que me llame en cuanto llegue.
- ¿Qué pasa? Lo detectaré enseguida y haré que te llame...
- No – Alice interrumpió de nuevo -, habré tomado un vuelo. Oye, ¿sabes algo de Edward?
Sentí mi estómago retorcerse, pareció caerse más abajo en mi abdomen. El sentimiento trajo consigo una extraña sensación de déjà vu, una indirecta débil de una memoria humana perdida durante mucho tiempo. Náuseas...
- Bien... Sí, Alice. Ahora. He hablado con Edward. Hace tan solo unos minutos –por un instante barajé la idea de fingir que Edward me había llamado a mí, una simple coincidencia. Pero por supuesto no había razón para mentir. Edward iba a darme bastantes problemas cuando regresara a casa.
Mi estómago continuó apretando de manera extraña, pero lo ignoré. Decidí mostrarme enfadada. Así Alice no me hablaría bruscamente. Edward no quería mentiras; él quería la verdad. Él me apoyaría en eso cuando volviera a casa.
- Tú y Carlisle estabais equivocados – dije -. Edward no apreciaría la mentira. Él quería la verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé... le llamé muchas veces – admití -. Hasta que lo cogió. Un mensaje podría haber sido... equivocado.
- ¿Por qué? – Alice jadeó - ¿Por qué lo has hecho, Rosalie?
- Porque cuanto antes dejara esto, antes volveríamos a la normalidad. El tiempo no facilitaba las cosas, así que ¿por qué aplazarlo? El tiempo no iba a cambiar nada. Bella está muerta. Edward se afligirá, y luego lo olvidará. Mejor que empiece ahora que más tarde.
- En fin, te has equivocado en ambos casos, aunque, Rosalie, era fácil suponer que iba a ser un problema, ¿a que sí? – Alice preguntó en un tono violento y cruel.
¿Equivocada en ambos casos? Parpadeé con rapidez, intentando comprender.
- ¿Bella aún está viva? – susurré, sin creer las palabras. Sólo intentaba comprender a qué casos se refería Alice.
- Sí, exacto. Ella se encuentra perfectamente...
- ¿¿Perfectamente?? ¡La viste saltar desde un acantilado!
- Me equivoqué.
Las palabras sonaron extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca se equivocaba, nada la pillaba por sorpresa...
- ¿Cómo? – susurré.
- Es una larga historia.
Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho...
- Bien, tú has cometido un error – gruñí, convirtiendo mi disgusto en acusación -. Edward estará furioso cuando llegue a casa.
- Pero en eso también te equivocas – dijo Alice. Podría decir que estaba hablando entre dientes -. Esa es la razón por la que llamo...
- ¿En qué? ¿En que Edward va a volver a casa? Por supuesto que lo hará – me reí burlona - ¿Qué? ¿Piensas que va a actuar como Romeo? ¡Ja! Algo estúpido, romántico...
- Sí – Alice siseó, su voz era como el hielo -, eso es exactamente lo que vi.
La dura convicción de sus palabras me hizo sentir mis rodillas extrañamente inestables. Agarré una viga de madera de cedro como soporte, un soporte que mi cuerpo, duro como el diamante, no podría necesitar – No. Él no es tan estúpido. Él... él debe hacer que...
Pero no pude terminar la frase, porque yo pude ver en mi mente mi propia visión. Una visión de mí misma. Una impensable visión de mi vida si por alguna razón Emmett dejara de existir. Me estremecí sólo de pensarlo.
No, no había comparación. Bella era sólo una humana. Edward no quería hacerla inmortal, así que no era lo mismo. ¡Edward no podía sentir lo mismo!
- Yo... yo no pensé así, Alice. ¡Yo sólo quería que él volviera a casa! – mi voz era casi un aullido.
- Es un poco tarde para eso, Rose – dijo Alice, más dura y fría que antes -. Guárdate tu remordimiento para quien te crea.
Hubo un clic, y luego un pitido.
- No – susurré. Sacudí mi cabeza lentamente por un momento -. Edward tiene que volver a casa.

Miré mi cara en el panel de cristal de la puerta francesa, pero ya no pude verla más. Era sólo una mancha amorfa de blanco y dorado.
Luego, a través de la mancha, muy lejos en los bosques distantes, un enorme árbol se tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto del bosque. Emmett.
Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente dando un golpe en la pared, pero el sonido estaba lejos detrás de mí cuando me sumergí en el verde corriendo a gran velocidad.
- ¡Emmett! – grité - ¡Emmett, ayúdame!

La llamada de Rosalie a Edward (tomado de soldemedianoche.es.tl)

El móvil de mi bolsillo sonó de nuevo. Era ya la vigésimo quinta vez que sonaba en veinticuatro horas. Barajé la opción de levantar la tapa para ver al menos quién trataba de contactar conmigo. Tal vez se trataba de algo importante. A lo mejor Carlisle me necesitaba.

Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví.

No estaba realmente seguro de dónde estaba. En algún ático oscuro y claustrofóbico, lleno de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban, y las ratas se mantenían a cierta distancia de mí. El aire era denso, con un fuerte aroma a aceite de cocina, carne rancia, sudor humano, y la prácticamente sólida capa de polución que era de hecho visible en el aire húmedo, como una fina película negra que se había depositado encima de todo. Debajo de mí, cuatro historias de una vivienda modesta convivían conmigo, formando parte de mí. No me molestaba en separar sus voces de mis pensamientos – producían un fuerte clamor en español que no escuchaba. Tan sólo dejaba que los sonidos me entraran por un oído y me salieran por el otro. Insignificante. Todo ello era insignificante. Mi propia existencia era insignificante.

El mundo entero era insignificante.

Con mi frente presionada contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo sería capaz de seguir así. A lo mejor era inútil. A lo mejor, si mi intento estaba condenado al fracaso de todas maneras, debería dejar de torturarme y volver…

La idea era tan tentadora, tan saludable – como si las palabras por sí solas contuvieran un fuerte sedante que borrara la montaña de dolor debajo de la que estaba enterrado – que me hacía jadear, me mareaba.

Podría dejarlo ahora, podría volver.

La cara de Bella, siempre tras de mis párpados, me sonreía.

Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no ejercía la influencia que mi subconsciente probablemente intentaba darle.

Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en comparación con su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de cualquier tipo de miedo o peligro. Libre de un futuro eterno y desangelado. Ella se merecía algo mejor que eso. Ella se merecía algo mejor que yo. Cuando dejara este mundo, iría a ese lugar que tan prohibido estaba para mí, sin importar mi conducta en este mundo.

La idea de ese final definitivo era mucho más intensa que el dolor que ya sentía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que irse al lugar al que pertenecía y al que yo nunca podría ir, yo no podría quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber alivio.

Esa era mi esperanza, pero no había garantías. “Dormir o, incluso, soñar. Ay, siempre igual” me dije. Incluso aunque no fuera más que cenizas, ¿de alguna manera seguiría sintiendo la tortura de su pérdida?

Un escalofrío me recorrió la espalda de nuevo.

¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no volvería a atormentar su vida de nuevo, trayendo mis oscuros demonios a ella. No iba a volver a su mundo. ¿Podría reportarle algún bien? ¿Cualquier mínimo bien?

La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblecito que siempre sería mi verdadero hogar en este planeta volvió a colarse en mis pensamientos de nuevo.

Sólo para asegurarse. Sólo para ver que ella estaba bien, segura y feliz. No para intervenir. Ella nunca se enteraría…

No. Mierda, no.

El móvil vibró de nuevo.

“Mierda, mierda, mierda”, gruñí.

Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil, observé los números, dándome el primer susto que había sentido en seis meses.

¿Por qué estaría Rosalie llamándome? Ella sería probablemente la que más se estaba divirtiendo con mi ausencia.

Debía de tratarse de algo realmente importante si ella necesitaba hablar conmigo. De repente empecé a preocuparme por mi familia y apreté el botón de llamada.

“¿Qué?, le pregunté muy tenso.

“Oh, wow. Edward me ha respondido al teléfono. Me siento tan honrada…”

Tan pronto como oí su tono de voz, supe que mi familia estaba bien. Debía de estar muy aburrida. Resultaba difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos como guía. Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos estaban normalmente basados en los más retorcidos sentidos de la lógica.

Colgué y cerré el móvil bruscamente.

“Déjame en paz”, susurré para mí mismo.

Como era de esperar, el móvil volvió a sonar de nuevo.

¿Seguiría llamándome hasta que le pasara a otro el mensaje con el que tenía planeado molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta que se sintiera cansada de este juego. Barajé la posibilidad de dejar que se pasara el resto del año apretando una y otra vez el botón de rellamada… y entonces suspiré y respondí al teléfono otra vez.

“Ve directa al grano.”

Rosalie me lanzó de sopetón las palabras: “Supuse que te gustaría saber que Alice está ahora mismo en Forks.”

Abrí los ojos y me quedé mirando fijamente a las vigas de madera podrida a tres pulgadas de mi cara.

“¿Qué?” Mi voz era llana, sin emociones.

“Sabes como es Alice – Como si ella lo supiera todo. Como tú” Rosalie se rió sin gracia. Su voz tenía un deje de nerviosismo, como si de repente no estuviera del todo segura sobre lo que iba a hacer.

Pero mi rabia hizo difícil que me preocupara qué problema tenía Rosalie.

Alice me había jurado que seguiría mi iniciativa por respeto a Bella, sin importar si estaba de acuerdo o no con mi decisión. Ella había prometido que dejaría a Bella sola… tanto tiempo como yo lo hiciese. Claramente, había pensado que tarde o temprano me doblegaría al dolor. A lo mejor tenía razón respecto a eso.

Pero no lo había hecho. No aún. Así que, ¿qué estaba haciendo en Forks? Quería estrujar su cuello tan delgado. Seguramente Jasper no me dejaría acercarme tanto a ella, aunque una vez que captara un atisbo de la furia que manaba de mí…

“¿Sigues ahí, Edward?”

No respondí. Apreté el puente de mi nariz, preguntándome si era posible que un vampiro tuviera migrañas.

Por otro lado, si Alice ya había vuelto…

No. No. No. No.

Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida. Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida.

Me repetí estas palabras como un mantra, tratando de apartar mi mente de la seductora imagen de la ventana oscura de la habitación de Bella; la puerta a mi santuario.

No había duda de que tendría que arrastrarme, si volvía. Eso no me importaba. Podría felizmente pasarme una década entera de rodillas si estuviera con ella.

No, no, no.

“¿Edward? ¿No te importa siquiera por qué Alice ha ido allí?”

“No precisamente.”

La voz de Rosalie se volvió ligeramente pagada de sí misma, encantada, sin duda, de haberme sonsacado una respuesta. “Bueno, desde luego, no está rompiendo exactamente las reglas. Quiero decir, bueno, en realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa”.

Parpadeé muy despacio. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos rondaban alrededor de esa idea tan inesperada. Aún no se había graduado, así que debía de haber vuelto con su madre. Eso era bueno. Podría vivir a la luz del sol. Era bueno que hubiera sido capaz de dejar las sombras tras de sí.

Traté de tragar, pero no pude.

Rosalie soltó una risita nerviosa. “Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice”

“Entonces, ¿por qué me has llamado Rosalie, si era para meter a Alice en líos? ¿Por qué me molestas? Ugh!”

“¡Espera!”, dijo, sintiendo, correctamente, que podía volver a colgarle de nuevo. “¡Esa no es la razón por la que te he llamado!”

“¿Entonces por qué? Dímelo rápido y déjame en paz.”

“Bueno…”, dudó.

“Suéltalo de una vez, Rosalie. Tienes diez segundos.”

“Pensé que deberías volver a casa”, dijo rápidamente. “Estoy cansada de aguantar a Esme afligida todo el tiempo a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte avergonzado de de lo que les has hecho. Emmett te echa de menos todo el rato y me pone nerviosísima. Tienes una familia. Crece de una vez y piensa en algo más que en ti mismo.”

“Interesante consejo, Rosalie. Deja que te cuente una pequeña historia de una olla y una tetera… (Supongo que se trata de una fábula popular o algo así)

“Yo pienso en ellos, no como tú. Si no reimporta cuánto daño les has hecho a los demás, ¿al menos de importa lo que ha sufrido Esme? Ella te quiere más que le resto de nosotros, y lo sabes. Vuelve a casa.”

No respondí.

“Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado, te repondrías.”

“Forks nunca fue el problema, Rosalie”, dije tratando de ser paciente. Lo que había dicho de Esme y Carlisle me había calado hondo. “Sólo porque Bella – era duro decir su nombre en voz alta – se haya mudado a Florida, no significa que yo sea capaz de… Mira, Rosalie. Lo siento de verdad, pero, créeme, nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí.”

“Mmm…”

Ahí estaba, esa nerviosa vacilación de nuevo.

“¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Se encuentra Esme bien? ¿Es Carlisle…?”

“Ellos están bien. Es sólo que… bueno, yo nunca dije que Bella se hubiese mudado.”

No hablé. Desaté una conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie había dicho que Bella se había mudado. Había dicho: “En realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa”. Y luego: “Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado…” Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces? ¿Bella no se había mudado?

Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, soltando las palabras enojada esta vez.

“No quieren que te lo diga, pero me parece estúpido. Cuanto antes te repongas de esto, antes las cosas volverán a la normalidad. ¿Por qué dejar que te deprimas por oscuras esquinas de todo el mundo sin necesidad para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos volver a ser una familia de nuevo. Se acabó.”

Mi mente parecía rota. No encontraba sentido a sus palabras. Parecía como si hubiera algo muy, muy obvio en lo que me decía, pero no tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro barajaba la información, buscando extraños enlaces entre ella. No tenía sentido.

“¿Edward?”

“No entiendo lo que dices, Rosalie.”

Hubo una larga pausa, equivalente a varios latidos del corazón de un humano.

“Está muerta, Edward”

Hubo una pausa aún más larga.

“Yo… lo siento. Tienes derecho a saberlo, vamos, eso es lo que creo. Bella… se tiró de un acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado tarde para hacer nada. Creo que habría ayudado, quiero decir, que habría roto su palabra, si hubiera tenido tiempo. Ella volvió para hacer todo lo posible por Charlie. Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre por él.”

La línea quedó muerta. Me llevó unos segundos darme cuenta de que había sido yo el que había apagado el móvil.

Me senté en el suelo polvoriento un rato, el espacio se había congelado. Era como si el tiempo se hubiera terminado; como si el universo se hubiese parado.

Poco a poco, me fui moviendo como un hombre viejo. Volví a encender el móvil y marqué el único número al que me había prometido no volver a llamar nunca.

Si lo cogía ella, colgaría. Si lo cogía Charlie, le sonsacaría la información que necesitaba engañándolo. Probaría que el chiste sin gracia de Rosalie estaba equivocado, y entonces volvería a mi nada.

“Residencia Swan”, respondió una voz que no había oído nunca. Una voz ronca y profunda de hombre, pero con un deje aún juvenil.

No me paré a pensar en las implicaciones de aquello.

“Soy el Dr. Carlisle Cullen”, dije, imitando perfectamente la voz de mi padre. “¿Puedo hablar con Charlie?”

“No está aquí”, respondió la voz, sorprendiéndome un poco el enfado de su voz. Las palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba.

“Bueno, ¿dónde está entonces?”, pregunté, poniéndome cada vez más impaciente.

Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta información.

“Está en el funeral”, respondió finalmente el chico.

Colgué el móvil otra vez.

La Beca (tomado de soldemedianoche.es.tl)

Las letras en cursiva pertenecen a palabras de Stephenie explicando las escena que cortó de un capítulo de Luna Nueva



Esta es la sección más larga que corté de Luna Nueva; es la mayor parte del capítulo seis original (“Declaración”, entonces atrás), más siete escenas cortas que continuaban el argumento de “la beca” a lo largo de la novela, completamente al fin. Pienso que todo era un poco divertido, pero mis editores no estaban de acuerdo. No era necesario, así que fue sacrificado en el altar de la edición.

Escena uno: El día siguiente de que Bella fuese a ver la película de zombis con Jessica:


Todavía echaba de menos Phoenix en raras ocasiones, cuando era provocado. Ahora, por ejemplo, cuando me dirigía al Banco Federal de Forks a depositar mi cheque de pago. Qué no daría yo por la conveniencia de un llegado, cajero automático. O por lo menos el anonimato de un extraño detrás de la mesa.

“Buenas tardes, Bella,” me saludó la madre de Jessica.

“Hola, señora Stanley.”

“Es muy agradable que pudieses salir con Jessica la noche pasada. Estaba siendo demasiado largo.” Me chasqueó la lengua, sonriendo para hacer con esto un sonido amistoso. Algo en mi expresión tenía que estar mal, porque la sonrisa fue repentinamente de madera, y deslizó su mano nerviosamente a través de su pelo, donde se atascó durante un minuto; su pelo era exactamente tan rizado como el de Jessica, y rociado para arreglar sus rígidos rizos.

Sonreí otra vez, comprendiendo también que era un segundo tarde. Mi tiempo de reacción estaba oxidado.

“Sí,” sonreí con la esperanza de que mi tono fuese sociable. “He estado muy ocupada, ya sabes. El instituto… el trabajo…” Me apresuré para pensar en añadir algo más a mi corta lista, pero me había quedado en blanco.

“Seguro,” sonrió más cálidamente, probablemente feliz de que mi respuesta sonara algo más normal y bien ajustada.

De repente se me ocurrió que quizá no estaba bromeando conmigo cuando asumí cuál era la razón tras su sonrisa. Quién sabe que le habría dicho Jessica sobre la noche pasada. Cualquiera que fuera, no estaba totalmente sin confirmar. Era la hija de la excéntrica ex de Charlie – la demencia puede ser genética. La primera socia de anormales del pueblo; salté el pasado rápidamente, estremeciéndome. Víctima reciente de un coma andante. Decidí que había un argumento bastante bueno para estar loca, aún sin contar las voces que oía ahora, y me pregunté si la señora Stanley pensaba realmente eso.

Debió haber visto la especulación en mis ojos. Miró rápidamente hacia otro lado, fuera de las ventanas detrás de mí.

“Trabajo,” repetí, llamando de nuevo su atención mientras ponía el cheque sobre el mostrador. “Por eso es por lo que estoy aquí, por supuesto.”

Sonrió de nuevo, su barra de labios se estaba agrietando a medida que progresaba el día, y estaba claro que había pintado sus labios mucho más de lo que estaban en realidad.

“¿Cómo le van las cosas a los Newton?” preguntó alegremente.

“Bien, recogiendo lo de temporada.” Dije automáticamente, aunque ella conducía por el aparcamiento del Olimpyc Outfitter mucho todos los días – podría haber visto coches desconocidos. Probablemente conocía la bajada y el flujo de los negocios de campistas mucho más que yo.

Movió la cabeza ausentemente mientras tecleaba claves en el ordenador frente a ella. Mis ojos deambulaban a través del mostrador marrón oscuro, con sus más de setenta líneas naranja brillante adornando los bordes. Las paredes y la alfombra habían sido modernizadas con un gris más neutro, pero el mostrador atestiguaba el decorado original de la construcción.

“Hmmm,” murmuró la señora Stanley en un tono más alto de lo normal. Volví para echarle un vistazo, sólo medio interesada, preguntándome si habría una araña en el escritorio que la había asustado.

Pero sus ojos todavía estaban pegados en la pantalla del ordenador. Sus dedos estaban inmóviles ahora, su expresión sorprendida e incómoda. Esperé, pero no dijo nada más.

“¿Algo está mal?” ¿Estaban tratando los Newton de pasar cheques sin fondos?

“No, no,” farfulló rápidamente, mirándome con un extraño resplandor en los ojos. Parecía estar reprimiendo algún tipo de emoción. Eso me recordó a Jessica cuando tenía algún nuevo chisme que se moría por compartir.

“¿Quieres que te imprima tu balance?” Preguntó la señora Stanley ansiosamente. No era mi hábito – mi cuenta crecía tan predecible y lentamente que no era difícil hacer el cálculo en mi cabeza. Pero el cambio en su tono me hizo curiosa. ¿Qué había en la pantalla del ordenador que la fascinaba?

“Claro,” coincidí.

Tecleó una clave, y la impresora escupió rápidamente un corto documento.

“Aquí tienes.” Arrancó el papel con tanta prisa que lo rasgó por la mitad.

“Oops, siento mucho esto.” Revoloteó alrededor de la mesa, sin encontrarse nunca con mi mirada curiosa, hasta que encontró un rollo de cinta. Pegó los dos trozos de papel juntos y los empujó hacia mí.

“Er, gracias,” murmuré. Con el trozo de papel en la mano, giré y me dirigí a la puerta principal, echando una rápida mirada para ver si podía decir cuál era el problema de la señora Stanley.

Pensaba que mi cuenta debía tener sobre mil quinientos treinta y cinco dólares. Me equivoqué, eran treinta y seis con cincuenta, en vez de treinta y cinco.

Y había veinte de los grandes extra, también.

Me quedé helada en el sitio, intentando entender los números. La cuenta estaba veinte mil dólares por encima antes de mi depósito de hoy, los que entonces habían sido agregados correctamente.

Durante un minuto consideré cerrar mi cuenta inmediatamente. Pero, suspirando una vez, volví al mostrador donde la señora Stanley estaba esperando con brillantes e interesados ojos.

“Aquí tiene que haber un error del ordenador, señora Stanley,” le dije, devolviéndole la hoja de papel. “Sólo deben ser los mil quinientos treinta y seis con cincuenta.”

Sonrió con complicidad. “Creo que parece un poco raro.”

“En mis sueños, ¿Bien?” sonreí también, impresionándome a mí misma con la normalidad de mi tono.

Tecleó enérgicamente.

“Veo el problema aquí… hace tres semanas aparece un depósito de veinte mil de… hmmm, otro banco según parece. Imagino que alguien dio los números mal.”

“¿Cuántos problemas tendré si retiro el dinero?” Me burlé.

Se rió ausentemente mientras continuaba tecleando.

“Hmmm,” dijo otra vez, su frente se arrugó en tres profundas rayas. “Esto parece que fue una transferencia por cable. No tenemos muchas de éstas. ¿Sabes qué? Voy a hacer que la señora Gerandy le eche un vistazo a esto…” su voz se arrastró mientras se giraba lejos de la computadora, su cuello se estiró para examinar la puerta abierta detrás de ella. “¿Charlotte, estás ocupada?” la llamó.

No hubo respuesta. La señora Stanley cogió el extracto y caminó rápidamente a través de la puesta trasera donde debían estar las oficinas.

La miré después durante un minuto, pero no reapareció. Giré alrededor y miré ausentemente fuera de las ventanas delanteras, viendo la lluvia deslizarse hacia abajo por el cristal. La lluvia caía en impredecibles riachuelos, a veces inclinada por el viento. No llevé la cuenta del tiempo mientras esperaba. Intenté mantener mi mente flotando en blanco, pensando en nada, pero parecía que no podía volver a ese estado de semiinconsciencia.

Finalmente oí voces detrás de mí otra vez. Me giré para ver a la señora Stanley y a la mujer del Dr. Gerandy sacando archivos de la habitación delantera con la misma sonrisa educada en ambas caras.

“Lo siento por esto, Bella,” dijo la señora Gerandy. “Debo poder aclarar esto arriba con una llamada telefónica verdaderamente corta. Puedes esperar si quieres.” Gesticuló a la hilera de sillas de madera contra la pared. Parecía que pertenecían a la mesa del cuarto de estar de alguien.

“Vale,” asentí. Caminé sobre las sillas y me senté justo en la de en medio, deseando de repente tener un libro. No había leído nada durante un tiempo, fuera del instituto. E incluso después, cuando algunas ridículas historias de amor eran parte del plan de estudios, haría trampas con notas de roca. Era un alivio estar trabajando en Granja animal ahora. Pero tenía que haber otros libros seguros. Novelas políticas. Misteriosos asesinatos. Los asesinatos horripilantes no eran un problema; justo tanto tiempo como no había estrellado los ojos con el que tratar un argumento secundario romántico.

Esperé tanto tiempo que me irrité. Estaba cansada de mirar la aburrida habitación gris, sin una pintura que aliviase las blancas paredes. No podía ver a la señora Stanley mientras se arrastraba a través de las pilas de papeles, parándose de vez en cuando para meter alguna cosa en el ordenador – me miraba alguna vez, y después cogía mi mirada, parecía incómoda y abandonaba un archivo. Podía oír la voz de la señora Gerandy, un tenue murmullo que se desviaba fuera de la habitación trasera, pero no era lo suficientemente claro para decirme nada de la manera en que había mentido acerca de la longitud necesaria de la llamada telefónica. Había sido tan largo que cualquiera podría estar esperando mantener en blanco su mente, y si esto no terminaba pronto, yo no sería capaz de ayudar. Podía tener que pensar. Estaba siendo presa del pánico rápidamente, intentando subir con seguridad el objeto del pensamiento.

Estaba salvada con la reaparición de la señora Gerandy. Le sonreí agradecida cuando asomó su cabeza por la puerta, su fino, blanco pelo captaron mi atención al mismo tiempo.

“Bella, ¿Te importaría reunirte conmigo?” preguntó, y me di cuenta de que tenía el teléfono apretado contra su oreja.

“Claro,” murmuré mientras ella desaparecía.

La señora Stanley tuvo que abrir la mitad de las puertas del final del mostrador para dejarme pasar. Su sonrisa era ausente, no se encontró con mis ojos. Yo estaba absolutamente segura que estaba planeando escuchar a escondidas.
Mi mente corrió a través de todas las posibilidades concebibles mientras corría hacia atrás a la oficina. Alguien estaba blanqueando dinero a través de mi cuenta. O quizá Charlie estaba aceptando sobornos y yo estaba perdiendo su cubierta. Aunque ¿Quién tendría esa clase de dinero con el que sobornar a Charlie? Quizá Charlie era acosado, cogiendo sobornos, y utilizando mi cuenta para blanquear el dinero. No, no podía imaginar a Charlie siendo acosado. Quizá era Phil. ¿Cómo de bien conocía realmente a Phil, después de todo?

La señora Gerandy estaba aún al teléfono, y ella me indicó con el mentón la silla de tijera de metal que encaraba su escritorio. Estaba garabateando rápidamente en el reverso de un sobre. Me senté, preguntándome si Phil tenía un oscuro pasado, y si yo iba a ir a la cárcel.

“Gracias, sí. Bien, creo que eso es todo. Sí, sí. Muchas gracias por su ayuda.” La señora Gerandy derrochó una sonrisa en el receptor de teléfono antes del colgar. No parecía enfadada o sombría. Más excitada y confusa. Lo que me recordó a la señora Stanley en el vestíbulo. Jugueteé por un segundo con saltar a través de la puerta y asustarla.

Pero la señora Gerandy habló.

“Bien, creo que tengo unas muy buenas noticias para ti… aunque no puedo imaginar cómo no habías sido informada de esto.” Me miró críticamente, como si esperase que me golpease la frente y dijese, ¡o ESOS veinte mil! ¡Se me olvidó completamente!

“¿Buenas noticias?” puntualicé. Las palabras implicaban que este misterio era bastante complicado de desentrañar para ella, y daba la impresión de que yo era más rica de lo que habíamos pensado unos minutos antes.

“Bueno, si realmente no lo sabes… entonces ¡felicidades! Te ha sido concedida una beca de…” miró hacia abajo a sus notas garabateadas “el Pacific Northwest Trust.”

“¿Una beca?” Repetí con incredulidad.

“Sí, ¿No es excitante? Dios mío, ¡serás capaz de ir a cualquier universidad que quieras!”

Fue en ese preciso momento, mientras ella sonreía de oreja a oreja de felicidad por mi buena fortuna, cuando supe exactamente de dónde venía el dinero. A pesar de la repentina prisa del enfado, sospecha, ultraje y dolor, intenté hablar calmadamente.

“Una beca que deposita veinte mil dólares en efectivo en mi cuenta,” destaqué. “En lugar de pagarlo a la escuela. Sin ninguna forma de cerciorarse de que utilizo todo el dinero para la escuela.”

Mi reacción la ruborizó. Parecía estar ofendida por mis palabras.

“Sería muy imprudente no usar ese dinero para el propósito destinado, Bella, querida. Esto es una oportunidad única en la vida.”

“Por supuesto,” dije ácidamente. “¿Y mencionó esta Pacific Northwest Trust por qué me eligieron a mí?”

Miró sus notas otra vez, y frunció un poco el ceño debido a mi tono.

“Es muy prestigiosa – ellos no conceden una beca como esta todos los años.”

“Apostaré.”

Me echó un vistazo y retiró la mirada rápidamente. El banco de Seattle que maneja los fondos me expidió al hombre que a administra las asignaciones de beca. Él dijo que esta beca es concedida basada en méritos, género y emplazamiento. Está destinada a mujeres estudiantes de pueblos pequeños que no tienen las oportunidades disponibles de las grande ciudades.”

Parecía que alguien pensaba que él estaba siendo divertido.

“¿Méritos?” Pregunté con desaprobación. “Tengo un tres con siete puntos de promedio. Puedo llamar a tres chicas en Forks que tienen mejores grados que yo, y una de ellas es Jessica. Además – nunca solicité esta beca.”

Ella estaba muy ruborizada ahora, cogiendo el bolígrafo y dejándolo otra vez, inquietante el colgante que llevaba entre su pulgar y su índice. Ojeó a través de sus notas otra vez.

“Él mencionó que…” fijó sus ojos en el sobre, insegura de qué hacer con mi actitud. “No aceptan solicitudes. Funcionan mediante las solicitudes rechazadas de otras becas y escogen a los estudiantes que sienten que han sido injustamente pasados por alto. Ellos obtuvieron tu nombre de una solicitud que enviaste para la ayuda financiera basada en méritos para la Universidad de Washington.”

Sentí que los extremos de mi boca descendían. No había sabido que la solicitud había sido rechazada. Era algo que había llenado hace mucho tiempo, antes...

Y no había hecho el seguimiento con ningunas otras posibilidades, aunque las fechas topes pasaban por mí. No parecía poder enfocar el futuro. Pero la Universidad de Washington era el único lugar que podría mantenerme cerca de Forks y de Charlie.

“¿Cómo conseguían las solicitudes rechazadas?” Pregunté con monotonía.

“No estoy segura, querida.” La señora Gerandy estaba infeliz. Quería excitación y había obtenido hostilidad. Deseaba tener la manera de explicarle que la negatividad no tenía nada que ver con ella. “Pero el administrador dejó su número por si tenía algunas preguntas – puedes llamarle tú misma. Estoy segura de que puede asegurarte de lo que este dinero significa realmente para ti.”

No estaba dudando de eso. “Querría ese número.”

Escribió rápidamente en un trozo rasgado de papel. Hice una nota mental de un donativo anónimo de bloc de post-it para el banco.

El número era de larga distancia. “¿Supongo que no dejó una dirección de correo electrónico?” Pregunté escéptica. No quería aumentar las facturas de Charlie.

“En realidad lo hizo,” sonrió, feliz de tener algo que yo parecía querer. Alcanzó a través de la mesa para escribir otra línea en mi trozo de papel.

“Gracias, me pondré en contacto con él tan pronto como llegue a casa.” Mi boca era una línea dura.

“Dulzura,” dijo la señora Gerandy dudando. “Deberías estar feliz con esto. Es una gran oportunidad.”

“No voy a coger veinte mil dólares que no he ganado,” repliqué, intentando mantener el rastro de indignación fuera de mi voz.

Se mordió el labio, y miró abajo otra vez. Pensaba que yo estaba loca, también. Bueno, estaba dispuesta a hacerla decirlo en alto.

“¿Qué?” exigí.

“Bella…” hizo una pausa y esperó con los dientes apretados. “Es sustancialmente más que veinte mil dólares.”

“¿Perdón?” Me atraganté. “¿Más?”

“Veinte mil dólares es solamente el pago inicial, en realidad. A partir de ahora recibirás cinco mil dólares todos los meses hasta que termines tu carrera universitaria. Si te matriculas en cursos de postgrado, ¡la beca continuará pagándote por ello!” Se estaba emocionando otra vez, mientras me decía esto.

No pude hablar al principio, estaba muy furiosa. Cinco mil dólares al mes que abarcaban un tiempo ilimitado. Quería romper algo.

“¿Cómo?” Me las arreglé para decir.

“No entiendes lo que significa para ti.”

“¿Cómo obtendré cinco mil dólares al mes?”

“Se transferirán a tu cuenta aquí,” respondió, perpleja.

Hubo un corto segundo de silencio.

“Cerraré esta cuenta ahora,” dije con voz llana.

Me llevó quince minutos convencerla de que estaba seria. Ella tenía un interminable suministro de razones por la que eso era una mala idea. Argumenté acaloradamente hasta que finalmente se me ocurrió que ella estaba preocupada por darme los veinte mil. ¿Llevaron ellos esa cantidad en mano?

“Mira, señora Gerandy,” la tranquilicé. “Sólo quiero retirar mis mil quinientos. Realmente apreciaría si transfirieras ese dinero de nuevo a donde procede. Lo resolveré con esto” - verifiqué el trozo de papel “- El señor Isaac Randall. Realmente esto es un misterio.”

Esto pareció que la relajó.

Sobre veinte minutos después, con un rollo de mil quinientos dólares, un de veinte, uno de diez, uno de cinco, uno de uno, y cincuenta centavos en mi bolsillo, escapé del banco con alivio. La señora Stanley y la señora Gerandy permanecieron lado a lado en el mostrador, mirándome fijamente después con grandes ojos.


***


Escena dos: esa misma noche, después de comprar las motocicletas y visitar a Jacob por primera vez…


Cerré mi puerta detrás de mí, y saqué de mi bolsillo mi fondo para la universidad. Parecía un bonito rollo pequeño en la palma de mi mano. Lo metí dentro de punta de un calcetín desparejado y lo empujé al fondo del cajón de mi ropa interior. Probablemente no era el lugar más original para esconderlo, pero me preocuparía por proponer algo más creativo más tarde.

En mi otro bolsillo estaba el trozo de papel con el teléfono de Isaac Randall y su dirección de correo electrónico. Lo rebusqué y lo coloqué en el teclado de mi ordenador, después pulsé el botón de encendido, dando un golpecito con mi pie mientras la pantalla brillaba lentamente a la vida.

Cuando estaba conectada, abrí mi cuenta de correo gratuita. Me demoré, tomándome tiempo en borrar la montaña de spam que se había construido en los pocos días desde que había escrito a Renee. Finalmente había terminado mi ocupado trabajo, y arranqué una caja nueva de la composición.

La dirección de correo era para “irandall” así que asumí que iría directamente al hombre que necesitaba.

Querido Sr. Randall, escribí.

Espero que recuerde la conversación que tuvo esta tarde con la señora Gerandy del Banco Federal de Forks. Mi nombre es Isabella Swan, y aparentemente usted tiene la impresión de que me ha sido concedida una generosa beca de la compañía Pacific Northwest Trust.
Lo siento, pero no puedo aceptar esta beca. He preguntado si el dinero que había recibido por transferencia se podía devolver a la cuenta de la que vino y liquidé mi cuenta en el Banco Federal de Forks. Por favor conceda la beca a un candidato diferente.
Gracias. I. Swan.
Me llevó algunos intentos conseguir que sonase bien – formal, y con un final sin ambigüedades. La leí dos veces antes de enviarla. No estaba segura de qué clase de indicaciones había recibido el señor Randall sobre las becas falsas, pero yo no podía ver ningún resquicio en mi respuesta.


***
Escena tres: pocas semanas antes de la “cita” de Bella y Jacob con las motocicletas.

Cuando volví, cogí el correo de la misma forma. Pasé rápidamente las facturas y la propaganda, hasta que obtuve la carta de debajo del montón.

Era un sobre normal de empresa, dirigido a mí – mi nombre estaba escrito a mano, lo cual era inusual. Miré la dirección del remitente con interés.

Interés que rápidamente se tornó en una náusea nerviosa. La carta provenía de la Oficina de Asignaciones de Becas del Pacific Northwest Trust. No había la dirección de la calle bajo el nombre.

Probablemente fuese un reconocimiento formal de mi renuncia, me dije a mí misma. No había razón para sentirse nerviosa. Ninguna razón, excepto el pequeño detalle que pensando sobre cualquier parte de esto bastante a fondo quizá me mande hacia abajo en una espiral a la tierra del autómata. Sólo eso.

Deje el resto del correo en la mesa para Charlie. Reuní mis libros en la planta de la sala de estar, y corrí escaleras arriba. Una vez que estuve en mi habitación, cerré la puerta y rasgué el sobre para abrirlo. Tuve que acordarme de permanecer enfadada. El enfado era la clave.


Querida Señorita Swan,
Permítame felicitarla formalmente por haberle sido concedida la prestigiosa Beca J. Nicholls del Pacific Northwest Trust. Esta beca sólo es concedida infrecuentemente, y debería sentirse orgullosa de saber que el Comité de Asignaciones escogió su nombre unánimemente para este honor.
Ha habido algunas pequeñas dificultades para concederle su dinero de la beca, pero por favor no se preocupe. Me he tomado la molestia de ver que usted pone los menores inconvenientes posibles. Por favor encuentre el cheque bancario adjunto de veinticinco mil dólares; la concesión inicial más tu primer mes de asignación.
Una vez más la felicitó por su logro. Por favor excepto los mejores deseos del todo el Pacific Northwest Trust por su futura carrera universitaria.
Sinceramente,
I. Randall

El enfado no era problema.

Miré en el sobre, y bastante segura, había un cheque dentro.

“¿Quién es esta gente?” gruñí entre mis dientes apretados, arrugando la carta, con una mano, en una apretada pelota.

Con furia pisé fuerte mi papelera, para encontrar el número de teléfono del señor I. Randall. Sin preocuparme de que fuese de larga distancia – esto iba a ser una conversación realmente corta.

“Oh, mierda,” silbé. La papelera estaba vacía. Charlie había sacado mi basura.

Tiré el sobre con el cheque sobre la cama y alisé la carta otra vez. Estaba en el papel de la compañía, con Departamento de Asignaciones de Becas Pacific Northwest escrito en verde oscuro cruzando la parte superior, pero no había más información, sin dirección, sin número de teléfono.

“Joder.”

Hice plof en el borde de mi cama e intenté pensar con claridad. Obviamente, ellos me ignoraban. No podía haber dejado mis sentimientos más claros, así que esto no era una mala comunicación. Probablemente daría igual si llamase.

Así que sólo había una cosa que hacer.

Volví a arrugar la carta, destrozando el sobre con el cheque, también, y me moví sigilosamente escaleras abajo.

Charlie estaba en la sala de estar, con la televisión encendida fuerte.

Fui al fregadero de la cocina, y tiré las bolas de papel en él. Después registré nuestro cajón de varios trastos hasta que encontré una caja de cerillas. Encendí una, y la empujé cuidadosamente en una grieta del papel. Encendí otra, e hice lo mismo. Casi fui a por la tercera, pero el papel estaba ardiendo muy alegremente, así que realmente no la necesitaba.

“¿Bella?” Llamó Charlie por encima del sonido de la televisión.

Giré la llave del grifo rápido, teniendo una sensación de satisfacción mientras la fuerza del agua rompía las llamas en una sustancia pegajosa, lisa y cenicienta.

“¿Sí, papá?” Empujé las cerillas de nuevo al cajón, y lo cerré rápidamente.

“¿Hueles humo?”

“No, papá.”

“Hmmm.”

Aclaré el fregadero, asegurándome de que toda la ceniza se había ido por el desagüe, y entonces corrí la eliminación por añadidura.

Volví a mi habitación, sintiéndome un poco apaciguada. Podían enviarme todos los cheques que quisiesen. Pensé gravemente. Siempre podía conseguir más cerillas cuando se agotasen.

***


Escena cuatro: durante el periodo de tiempo que Jacob la está evitando


En el umbral de la puerta había un paquete de FedEx. Lo cogí con curiosidad, esperando un remite desde Florida, pero fue enviado desde Seattle. No había enumerados remitentes fuera de la caja.

Estaba dirigido a mí, no a Charlie, así que lo puse sobre la mesa y rasgué la lengüeta que atravesaba el cartón para abrirlo.

Tan pronto como vi el logotipo del Pacific Northwest Trust, sentí como si la gripe estomacal estuviese volviendo. Caí en la silla más cercana sin mirar la carta, la furia se estaba construyendo lentamente.

No pude ni traerla para leerla, aunque no estaba lejos. Lo saqué, puse mi cara sobre la mesa, y miré atrás en la caja con reticencia, para ver qué había en el fondo. Era un abultado sobre manila. Debía abrirlo, pero estaba tan enojada que lo tiré fuera de todos modos.

Mi boca era una línea dura mientras rasgaba a través del papel sin molestarme en abrir la solapa. Tenía bastante con lo que tratar en ese momento. No necesitaba el recuerdo o la irritación.

Estaba impresionada, y de todas formas todavía in sorprendida. Que podría ser sólo esto – tres delgado montones de facturas, colocadas ordenadamente con anchas gomas. No tenía que mirar los valores. Sabía exactamente cuánto estarían tratando de forzar en mis manos. Serían treinta mil dólares.

Levanté el sobre cuidadosamente como una rosa y giré para dejarlo caer en el fregadero. Las cerillas estaban justo en la parte superior del cajón de varios, justo donde las había dejado antes. Saqué una y la encendí.

Ardía cada vez más cerca de mis dedos mientras miraba fijamente el odioso sobre. No podía hacer que mis dedos la dejaran caer. Agité la cerilla fuera antes de que me quemase, mi cara se retorcía en un gesto de disgusto.

Cogí la carta de la mesa, arrugándola en una pelota y lanzándola al otro fregadero, encendí otra cerilla y la empujé en el papel, mirando con severa satisfacción mientras ardía. Un calentamiento. Alcancé otra cerilla. De nuevo, ardió cerca de mis dedos antes de que la tirase a las cenizas de la carta. No me podía causar a mí misma acabar de quemar treinta mil dólares.

Así que ¿Qué iba a hacer con esto? No había dirección para devolverlo – estaba bastante segura de que la compañía no existía realmente.

Y después se me ocurrió que tenía una dirección.

Metí el dinero de nuevo en la caja de FedEx, rompiendo la etiqueta para que si alguien más lo encontraba, sería imposible para ellos relacionarlo conmigo, y me dirigí de vuelta a mi camioneta, refunfuñando incoherentemente todo el camino. Me prometí a mí misma que haría algo especialmente imprudente con mi motocicleta esta semana. Comenzaría a saltar peligrosamente si debía.

Odiaba todas las pulgadas de conducción mientras atravesaba los tenebrosos árboles, apretando mis dientes, hasta que me estaba doliendo la mandíbula. Las pesadillas serían fieras esta noche – solo estaba preguntando por esto. Los árboles abrían en los helechos, y conducía enfurecidamente a través de ellos, permitiéndome una doble línea de aplastados tallos rezumando detrás de mí. Paré delante de las escaleras, tirándolo en punto muerto.

La casa parecía justo la misma, dolorosamente vacía, muerta. Sabía que estaba proyectando mis propios sentimientos sobre su apariencia, pero eso no cambia la manera en que la veía. Cuidadosa de no mirar a través de las ventanas, caminé a la puerta principal. Deseé desesperadamente por un solo minuto ser un zombi otra vez, pero la insensibilidad estaba caducada hacía tiempo.

Coloqué la caja en el umbral de la casa abandonada y giré para irme.

Paré en el escalón superior, no podía dejar solo un montón de dinero en efectivo delante de la puerta. Eso era casi tan malo como quemarlo.

Con un suspiro, bajé mis ojos, y cogí la ofensiva caja. Quizá pudiese solo donarlo anónimamente para una buena causa. Una caridad para la gente con enfermedades sanguíneas, o algo.

Pero estaba sacudiendo mi cabeza mientras volvía al interior de mi camioneta. Era su dinero, y maldita sea, él lo conservaría. Si lo hubiesen robado de su porche delantero, sería culpa suya, no mía.

Mi ventana estaba abierta, y antes de irme, sólo tiré la caja tan fuerte como pude hacia la puerta.

Nunca tuve la mejor puntería. La caja golpeó fuerte contra la ventana delantera, haciendo un agujero tan grande que parecía que había lanzado una lavadora.

“¡Oh, mierda!” grité fuerte, cubriendo mi cara con las manos.

Debería haber sabido que no importaba qué hiciese, sólo haría las cosas peor.

Afortunadamente el enfado se reafirmó a sí mismo después. Esto era culpa suya, me recordaba a mí misma. Sólo estaba regresando a su propietario. Era su problema que hubiera estado haciendo tal tarea. Además, el sonido demoledor del cristal era la clase de frío – que me hacía sentir una pequeña parte mejor de una forma perversa.

Realmente no me convencí a mí misma, pero saqué la camioneta en punto muerto y conduje fuera a pesar de todo.

Esto era como cerrar como podía venir enviando el dinero de vuelta a donde pertenecía. Y ahora tenía un conveniente paso para dejar caer la caja con el dinero del plazo del próximo mes. Era lo mejor que podía hacer.

Lo repasé unas cien veces después de dejar la casa. Fui a por el listín telefónico buscando cristaleros, pero no había extraños para pedir ayuda. ¿Cómo explicaría la dirección? ¿Tendría Charlie que arrestarme por vandalismo?


***


Escena cinco: la primera noche que Alice vuelve después de ver a Bella “cometer suicidio”…


“¿No quiso Jasper venir contigo?”

“No aprobaba mi interferencia.”

Olfateé. “No eres la única.”

Se agarrotó y luego se relajó.

“¿Tiene esto algo que ver con el agujero en la ventana delantera de mi casa y la caja repleta de billetes de cien dólares en el suelo de la sala de estar?”

“Sí,” dije enfadada. “Siento lo de la ventana. Fue un accidente.”

“Eso normalmente está contigo. ¿Qué hizo él?”

“Algo llamado Pacific Northwest Trust me concedió una muy extraña y persistente beca. No era un disfraz verdadero. Quiero decir, no puedo imaginar que él quisiera que supiese que era él, pero espero que no piense que soy estúpida.”

“Por qué, ese gran tramposo,” murmuró Alice.

“Exactamente.”

“Y él me dijo que no mirase.” Sacudió su cabeza con irritación.


***
Escena seis: con Edward la noche después de Italia, en la habitación de Bella…


“¿Hay una razón por la que el peligro no te puede resistir más que yo?”

“El peligro no lo intenta,” murmuré.

“Por supuesto, suena como si estuvieses buscando el peligro fuera. ¿Qué estabas pensando, Bella? Identifiqué en la cabeza de Charlie el número de veces que has estado en la sala de urgencias recientemente. ¿Mencioné lo furioso que estoy contigo?”

Su tranquila voz sonaba más dolorida que furiosa.

“¿Por qué? Eso no es asunto tuyo,” dije, avergonzada.

“En realidad, recuerdo específicamente que prometiste no hacer nada imprudente.”

Mi refutación fue rápida. “¿Y no prometiste tú algo sobre no interferir?”

“Al tiempo que tú estabas cruzando la línea,” calificó con cuidado. “Mantenía mi parte del trato.”

“Oh ¿Así que es eso? Tres palabras, Edward: Pacific Northwest Trust.”
Levantó su cabeza para mirarme; su expresión era toda confusión e inocencia – demasiada inocencia. Era un regalo de muerte. “¿Se supone que eso tiene que significar algo para mí?”

“Eso es un insulto,” me quejé. “¿Cuán estúpida piensas que soy?”

“No tengo ni idea de qué estás hablando,” dijo, con los ojos abiertos.

“Cualquiera,” refunfuñé.


***

Escena siete: las conclusiones de este hilo: la misma madrugada, cuando llegaron a la casa de los Cullen para la votación…


De repente, la luz del porche se encendió, y pude ver a Esme esperando en el umbral. Su ondulado pelo caramelo estaba echado hacia atrás y tenía alguna clase de paleta en la mano.

“¿Está todo el mundo en casa?” pregunté esperanzadamente mientras subíamos las escaleras.

“Sí, están.” Mientras hablaba, las ventanas fueron abruptamente llenas con luz. Examiné la más cercana para ver quién nos había advertido, pero la cacerola plana de fango grueso y gris en el taburete en frente de ella captó mi vista. Miré la lisa perfección del vidrio, y comprendí qué estaba haciendo Esme en el porche delantero con la paleta.

“¡Oh, dispara Esme! ¡Siento realmente lo de la ventana! Iba a –”

“No te preocupes por eso,” interrumpió con una sonrisa. “Alice me contó la historia, y tengo que decir, que no te habría culpado por hacerlo a propósito.” Deslumbró a su hijo, el cual me estaba deslumbrando a mí.

Levanté una ceja. Él apartó la mirada y murmuró algo impreciso acerca de caballos regalados.

Narcòtico

(Este fragmento va despues del corte inical de Bella en casa de los Cullen donde en un principio el corte era más profundo y Carlislie le receta Percocet para el dolor):

Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome vueltas. El brazo ya no dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante que me había provocado el beso. Algo tiró, escurridizo, de los bordes de mi memoria...
- Lo siento – dijo, también sin aliento -. Eso es pasarse de la raya.
Para mi propia sorpresa, me reí tontamente.
- Qué gracioso – farfullé, y solté otra risita tonta.
Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa.
Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído.
- Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes?
- No creo – me reí tontamente de nuevo - ¿Por qué?
Entornó los ojos, y no pude parar de reír.
- ¿Cómo está tu brazo?
- No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía?
Suspiró cuando me reí de nuevo.
- Intenta dormir, Bella.
- No, quiero que me beses otra vez.
- Estás sobreestimando mi autocontrol.
Me reí por lo bajo.
- ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? – mi pregunta me hizo reír.
- Hay un empate – sonrió abiertamente a pesar de sí mismo -. Nunca te he visto colocada. Eres muy divertida.
- No estoy colocada – intenté contener las risitas tontas para probarlo.
- Duerme hasta que se te pase – sugirió.
Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero aún era embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro de nuevo y cerré los ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita histérica. Pero eso se hizo más infrecuente a medida que las drogas me adormecían hacia la inconsciencia.

* * *

Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la cabeza. Edward dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más que Percocet antes de besar mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de mi ventana.
No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era lejana y afable. Estaba algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber llegado durante la noche mientras me veía dormir. La ansiedad parecía aumentar la intensidad de los fuertes latidos de mi cabeza.
Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet en la papelera del baño.

De compras con Alice (tomado de soldemedianoche.es.tl)

De compras con Alice
El coche era liso, blanco y potente; sus ventanas estaban tintadas de un negro limo. El motor ronroneó como un gran coche mientras nos apresurábamos a través de la oscura noche. Jasper conducía con una mano, despreocupadamente según parecía, pero el poderoso coche voló hacia delante con perfecta precisión.

Alice se sentó conmigo en el asiento de piel negra. De alguna manera, durante la larga noche, mi cabeza había acabado contra su cuello de granito, sus fríos brazos envolviéndome, su mejilla apoyada en lo alto de mi cabeza. El frente de su fina camisa de algodón estaba frío, húmedo por mis lágrimas. Ahora y entonces, si mi respiración crecía desigual, ella murmuraría de forma calmante; en su veloz y aguda voz, los estímulos sonaban como cantando. Para mantenerme en calma, me centré en el tacto de su fría piel; era como una conexión física con Edward.

Ambos me habían asegurado –cuando me percaté, con pánico, de que todas mis cosas seguían en la furgoneta- que dejarlo atrás era necesario, algo que hacer con el olor. Me dijeron que no me preocupara por las ropas ni el dinero. Trataba de creerles, haciendo un esfuerzo para ignorar lo incómoda que estaba en el equipo de prueba de Rosalie (¿? supongo que se refiere a alguna ropa de Rosalie, un chándal, no sé…). Era una cosa trivial de la que preocuparse.

En las llanas carreteras, Jasper nunca condujo el robusto coche a menos de 120 millas por hora. Parecía completamente inconsciente de los límites de velocidad, pero nunca vimos un coche patrulla. Las únicas rupturas en la monotonía de la conducción fueron las dos paradas que hicimos para carburante. Noté ociosa que Jasper fue adentro a pagar a efectivo ambas veces.

El amanecer comenzó a abrirse cuando estábamos en alguna parte en el norte de California. Miré con los ojos secos, semicerrados, como la luz gris se irradiaba a través del cielo despejado. Estaba exhausta, pero el sueño había desaparecido, mi mente demasiado llena de imágenes perturbadoras como para relajarme en la inconsciencia. La destrozada expresión de Charlie –el brutal gruñido de Edward, con los dientes al descubierto- la penetrante mirada fija del perseguidor –la expresión triste de Laurent- la mirada muerta en los ojos de Edward después de que él me besara la última vez; como si todavía centellearan frente a mis ojos, mis sentimientos alternando entre el terror y la desesperación.

En Sacramento, Alice pidió a Jasper que parara, para conseguirme comida. Pero sacudí mi cabeza cansadamente, y le dije que siguiese conduciendo con voz apagada.

Unas pocas horas después, en un suburbio a las afueras de L.A. (Los Ángeles), Alice le volvió a hablar suavemente, y él salió de la autovía al sonido de mis débiles protestas. Un gran centro comercial era visible desde la autovía, y se dirigió allí, entrando en el estacionamiento, abajo en la planta subterránea para aparcar.

“Quédate en el coche”, le ordenó a Jasper.

“¿Estás segura?” él sonaba receloso.

“No veo a nadie más por aquí”, dijo ella. Él asintió, accediendo.

Alice me cogió de la mano y me sacó del coche. Se aferró a mi mano, manteniéndome cerca de ella mientras caminábamos por el oscuro garaje. Ella rodeó el borde del garaje, manteniéndose en las sombras. Aprecié cómo su piel parecía brillar en la luz del sol que se reflejaba de la acera. El centro comercial estaba abarrotado, varios grupos de compradores pasaban, algunos girando la cabeza para vernos pasar cerca.

Caminamos bajo un puente que cruzaba desde el nivel superior del aparcamiento al segundo local de un gran almacén, siempre manteniéndonos fuera de la luz solar directa.


Una vez dentro, bajo las luces fluorescentes del almacén, Alice parecía menos destacada –simplemente una muchacha alarmantemente pálida, pero con oscuros ojos y pelo negro puntiagudo. Estaba segura de que las ojeras bajo mis propios ojos eran más evidentes que las suyas. Todavía captamos la atención de alguno que echó un vistazo en nuestra dirección. Me preguntaba lo que pensaban que veían. La delicada y danzarina Alice, con su llamativo rostro de ángel, vestida de un modo ligero, pálidas prendas que no disminuían lo suficiente su palidez, manteniendo sus manos conmigo, obviamente controlando, mientras yo arrastraba cansadamente mis torpes pies pero costosas ropas, mi agarrotado pelo enrollado en nudos a mi espalda.

Alice me condujo inevitablemente a la tienda de alimentos.

“¿Qué quieres comer?”

El olor de las comidas rápidas grasientas dobló mi estómago. Pero la mirada de Alice no dejaba lugar a la persuasión. Pedí sin entusiasmo un bocadillo de pavo.

“¿Puedo ir al baño?” pregunté en cuanto nos dirigimos a la cola.

“Vale”, y cambió de dirección, sin soltar mi mano.

“Puedo ir sola”. La atmósfera banal del genérico centro comercial me hizo sentir lo más normal que había tenido desde nuestro desastroso juego de anoche.

“Lo siento, Bella, pero Edward va a leer mi mente cuando esté aquí, y si ve que te he dejado fuera de mi vista durante un minuto…” ella se calmó, no dispuesta a contemplar las horribles consecuencias.

Al menos esperó fuera del abarrotado cuarto de baño. Me lavé la cara, así como las manos, ignorando las asustadas miradas de las mujeres de mí alrededor. Traté de peinarme el pelo con los dedos, pero rápidamente me rendí. Alice cogió mi mano de nuevo en la puerta, y volvimos lentamente a la cola de la comida.

Yo estaba retrasándome, pero ella no se mostraba impaciente conmigo.

Me miraba comer, primero despacio y luego más deprisa a medida que volvía mi apetito. Bebí la soda que ella me compró tan rápido que me dejó por un momento –sin quitarme la vista de encima, claro- para conseguirme otra.

“La comida que tú comes es definitivamente más conveniente” comentó cuando acabé, “pero no parece más divertido”.

“Me imagino que cazar es más excitante.”

“No te haces idea.” Centelleó con una amplia sonrisa de brillantes dientes, y varias personas giraron la cabeza en nuestra dirección.

Tras tirar nuestra basura, me condujo por lo anchos pasillos del centro comercial, sus ojos reluciendo aquí y allá ante algo que ella quería, acarreándome junto a ella en cada parada. Se detuvo por un momento ante una cara boutique para comprar tres pares de gafas de sol, dos de mujer y uno de hombre. Noté la mirada del vendedor hacia ella con una nueva expresión cuando ella le entregó una inusual y pulcra tarjeta de crédito con líneas doradas cruzándola. Encontró una tienda de accesorios donde tomó un cepillo y gomas del pelo.

Pero en realidad no dejó los negocios hasta que me introdujo en el tipo de tiendas que yo nunca frecuentaba, porque el precio de un par de calcetines estaba fuera de mi alcance.

“Tienes aproximadamente una talla 2.” Era una declaración, no una pregunta.

Me utilizó como una mula de carga, lastrándome con una escalonada cantidad de ropa. Aquí y allí podía verla alcanzando una talla extra-pequeña cuando escogía algo para ella misma. Las prendas que seleccionaba para sí misma eran todas en materiales ligeros, pero con longitud o largas hasta el suelo, diseñadas para cubrir el máximo posible de su piel. Un sombrero negro de paja de ala ancha coronó la montaña de ropas.

La dependienta tuvo una reacción similar ante la inusual tarjeta de crédito, volviéndose más servicial, y llamando a Alice “señorita”. Aunque el nombre que pronunció era desacostumbrado. Una vez de nuevo fuera del centro comercial, con nuestros brazos cargados de bolsas, de las cuales ella cargaba la parte de un león, le pregunté sobre ello.

“¿Qué te llamó?”

“Esa tarjeta de crédito dice Rachel Lee. Vamos a ser muy cuidadosos para no dejar ningún tipo de pista para el rastreador. Vayamos a cambiarte.”

Pensé sobre ello cuando ella me llevó de vuelta a los aseos, poniéndome en el recinto para minusválidos de modo que tuviera sitio para moverme. La escuché rebuscando en las bolsas, para finalmente pasarme un ligero vestido azul de algodón por encima de la puerta. Agradecida me quité los vaqueros muy largos y muy ajustados de Rosalie, di un tirón a la blusa que me envolvía en todos los lugares erróneos, y se los arrojé por encima de la puerta. Me sorprendió pasándome un par de suaves sandalias de piel por debajo de la puerta – ¿cuándo las había adquirido? El vestido me sentaba asombrosamente bien, el costoso corte evidente en la manera en que encajaba a mí alrededor.

En cuanto dejé el recinto noté que estaba tirando las ropas de Rosalie a la papelera.

“Guarda tus zapatillas de deporte”, dijo. Las puse arriba de una de las bolsas.

Volvimos al garaje. Alice logró menos miradas esta vez; estaba tan cubierta por bolsas que su piel era apenas visible.

Jasper estaba esperando. Se deslizó fuera del coche ante nuestro acercamiento –el maletero estaba abierto. Mientras alcanzaba primero mis bolsas, echó a Alice una mirada sarcástica.

“Sabía que debía haber ido”, murmuró.

“Sí”, reconoció ella, “te habrían apreciado en el baño de mujeres”.

Él no respondió.

Alice removió rápidamente entre sus bolsas antes de ponerlas en el maletero. Le pasó a Jasper un par de gafas de sol, poniéndose ella otro par. Me pasó el tercer par, y el cepillo del pelo. Y sacó una camisa larga, fina, negra transparente, poniéndosela encima de su camiseta, dejándola abierta.

Por último, añadió el sombrero de paja. En ella, el improvisado traje parecía corresponder a una pista de aterrizaje (¿? runway). Ella agarró un puñado más de ropas y, envolviéndolas en una bola, abrió la puerta trasera e hizo una almohada sobre el asiento.

“Necesitas dormir ya”, ordenó firmemente. Avancé despacio y obedientemente en el asiento, posando mi cabeza al instante, acurrucándome en mi lado. Estaba medio dormida cuando el coche arrancó.

“No deberías haberme comprado todas estas cosas” mascullé.

“No te preocupes por eso, Bella. Duerme.” Su voz era reposada.

“Gracias”, suspiré, y caí en un incómodo sueño.

Fue el dolor de dormir en una posición apretada lo que me despertó. Estaba todavía exhausta, pero de repente estaba nerviosa en cuanto recordé dónde estaba. Me senté para ver el Valle del Sol fuera, delante de mí; la extensión amplia, llana, de tejados, palmeras, autopistas, niebla tóxica y piscinas, abrazada por los peñascos pequeños y rocosos que llamamos montañas. Estuve sorprendida de no sentir ninguna sensación de alivio, sólo una añoranza fastidiosa de los cielos lluviosos y los espacios verdes del lugar que para mí significa Edward. Sacudí mi cabeza, intentando hacer retroceder el inicio de desesperación que amenazaba con abrumarme.

Jasper y Alice estaban hablando; conocedores, estoy segura, de que estaba consciente de nuevo, pero no dieron ninguna señal de ello. Sus veloces y suaves voces, una grave, una aguda, enlazándose musicalmente a mí alrededor. Deduje que estaban discutiendo dónde permanecer.

“Bella”, Alice se dirigió a mí casualmente, como si ya fuera parte de la conversación, “¿Cuál es el camino al aeropuerto?”

“Sigue por la I-10” dije automáticamente, “pasaremos justo por él.”

Pensé por un momento, mi cerebro todavía confuso por el sueño.

“¿Vamos a volar a algún sitio?” pregunté.

“No, pero es mejor estar cerca, por si acaso.” Abrió su teléfono móvil, y por lo visto llamó a información. Hablaba más despacio de lo habitual, preguntando por hoteles cerca del aeropuerto, de acuerdo con una sugerencia, luego esperando mientras era puesta en contacto. Hizo reservas para una semana bajo el nombre de Christian Bower, recitando a toda prisa un número de tarjeta de crédito sin siquiera mirarlo. La escuché repitiendo direcciones por el bien del operador; estoy segura de que ella no necesitaba ayuda con su memoria.

La vista del teléfono me había recordado mis responsabilidades.

“Alice”, dije cuando ella acabó. “Necesito llamar a mi padre.” Mi voz era seria. Ella me pasó el teléfono.

Era a última hora de la tarde; estaba deseando que él estuviera en el trabajo. Pero respondió al primer tono. Me abatí, imaginando su ansiosa cara por el teléfono.

“¿Papá?” dije vacilante.

“¡Bella! ¿Dónde estás, cariño?” la fuerte revelación llenó su voz.

“Estoy en la carretera.” No era necesario hacerle saber que yo había hecho un recorrido de 3 días durante la noche.

“Bella, tienes que dar la vuelta.”

“Necesito ir a casa.”

“Cariño, hablemos de esto. No necesitas irte sólo por un chico.” Podría decir que él estaba siendo muy cuidadoso.

“Papá, dame una semana. Necesito pensarme las cosas, y luego decidiré si vuelvo. No tiene nada que ver contigo, ¿de acuerdo?” Mi voz tembló levemente, “te quiero, papá. Sea lo que sea lo que decida, te veré pronto. Lo prometo.”

“De acuerdo, Bella.” Su voz era resignada. “Llámame cuando llegues a Phoenix.”

“Te llamaré desde casa, papá. Adiós.”

“Adiós, Bella.” Vaciló antes de colgar.

Por lo menos estaba de buenas con Charlie de nuevo, pensé mientras devolvía el teléfono a Alice. Ella me observaba atentamente, quizás esperando por otro bajón emocional. Pero yo sólo estaba muy cansada.

La familiar ciudad voló por mi oscura ventanilla. El tráfico era ligero. Transitamos rápidamente por el centro de la ciudad y luego viramos alrededor de la parte norte de Sky Harbour International, girando al sur en Temple. Sólo en el otro lado del húmedo cauce del Río Salt (Río de la Sal), a una milla o así del aeropuerto, Jasper salió ante la orden de Alice. Ella le dirigió fácilmente a través de las superficiales calles a la entrada del aeropuerto Hilton.

Yo había estado pensado en el Motel 6, pero estaba segura de que ellos se cepillarían cualquier preocupación por el dinero. Aparentaban tener una reserva sin fin.

Entramos en el aparcamiento bajo la sombra de un gran toldo, y dos botones se colocaron rápidamente al lado del impresionante automóvil. Jasper y Alice bajaron del coche, pareciéndose mucho a estrellas del cine con sus oscuras gafas. Yo bajé torpemente, rígida por las largas horas en el coche, sintiéndolo acogedor. Jasper abrió el maletero, y el solícito personal rápidamente colocó nuestras bolsas de la compra en un carrito. Estaban demasiado bien entrenados como para mostrar ninguna mirada sorprendida ante nuestra carencia de un verdadero equipaje.

El coche había estado muy fresco en su oscuro interior; andando por la tarde de Phoenix, hasta en la sombra, era como pegar mi cabeza dentro de un horno de asar. Por primera vez en ese día, me sentí en casa.

Jasper cruzó en un paso con seguridad por el vestíbulo vacío. Alice se mantuvo con cuidado a mi lado, los botones tras nosotros llevando con impaciencia nuestras cosas. Jasper se acercó al escritorio con su aire inconscientemente majestuoso.

“Bower”, fue todo lo que dijo a la aparentemente profesional recepcionista. Ella rápidamente procesó la información, con sólo un mínimo vistazo hacia el ídolo de pelo dorado delante de él traicionando su cuidadosa eficiencia.

Fuimos conducidos rápidamente a nuestra gran suite. Sabía que los dos dormitorios eran por mera apariencia. Los botones descargaron eficientemente nuestras bolsas mientras me sentaba cansadamente en el sofá y Alice danzaba a examinar otros espacios. Jasper les dio la mano cuando se iban, y la mirada que intercambiaron en su salida hacia la puerta era más que satisfecha; era complacida. Luego estuvimos solos.

Jasper fue a las ventanas, cerrando los dos niveles de cortinas con seguridad. Alice apareció y dejó caer un menú de servicio de habitaciones en mi regazo.

“Pide algo” aconsejó.

“Estoy bien”, dije sin entusiasmo.

Me lanzó una oscura mirada, y recuperó el menú. Quejándose de algo acerca de Edward, levantó el teléfono.

“Alice, de verdad”, comencé, pero me miró en silencio. Apoyé mi cabeza en el reposabrazos del sofá y cerré los ojos.

Una llamada en la puerta me despertó. Salté tan rápido que me deslicé por la derecha del sofá al suelo y me golpeé la frente contra la mesa de centro.

“Ouh”, dije, aturdida, acariciándome la cabeza.

Escuché a Jasper reírse una vez, y levanté la vista para verle tapándose la boca, intentando ahogar el resto de su diversión. Alice llegó a la puerta, presionando sus labios firmemente, los bordes de su boca estirándose.

Me ruboricé y me eché hacia atrás en el sofá, sosteniendo mi cabeza en mis manos. Era mi comida; el olor de carne roja, queso, ajo y patatas arremolinándose de manera atractiva a mi alrededor. Alice llevó la bandeja tan hábilmente como si hubiera sido camarera durante años, y la colocó en la mesa ante mis rodillas.

“Necesitas proteínas” explicó, levantando la plateada tapa semiesférica (literalmente “cúpula”, pero se refiere a esas campanas de metal que salen en las pelis de hoteles elegantes tapando los alimentos) para mostrar un gran filete y una decorativa escultura de patata. “Edward no estará contento contigo si tu sangre huele anémica cuando él esté aquí.” Estaba segura de que estaba bromeando.

Ahora que podía oler la comida estaba hambrienta de nuevo. Comí veloz, sintiendo volver mi energía en cuanto los azúcares llegaron a mi torrente sanguíneo. Alice y Jasper me ignoraban, viendo las noticias y hablando tan rápida y calladamente que no pude entender ni una palabra.

Un segundo golpe sonó en la puerta. Salté sobre mis pies, evitando por poco otro accidente con la medio vacía bandeja en la mesa de centro.

“Bella, necesitas calmarte” dijo Jasper, mientras Alice respondía a la puerta. Un miembro del personal de limpieza le dio una pequeña bolsa con el logotipo del Milton y se fue rápidamente. Alice lo trajo y me lo entregó. Lo abrí para encontrar un cepillo de dientes, pasta de dientes, y todas las demás cosas críticas que me había dejado en mi camioneta. Las lágrimas aparecieron en mis ojos.

“Sois tan amables conmigo…”, miré a Alice y luego a Jasper, agobiada.

Había notado que Jasper era normalmente el más cuidadoso en mantener las distancias conmigo, de modo que me sorprendió cuando vino a mi lado y colocó su mano en mi hombro.

“Ahora eres parte del clan”, bromeó, sonriendo calurosamente. De repente sentí un pesado agotamiento fluyendo por mi cuerpo; mis párpados eran de alguna manera demasiado pesados para mantenerse abiertos.

“Muy sutil, Jasper” escuché a Alice decir en tono sarcástico. Sus fríos y delgados brazos resbalaron bajo mis rodillas y a mis espaldas. Ella me levantó, pero yo estaba dormida antes de que me depositara en la cama.

Era muy temprano cuando me desperté. Había dormido bien, sin sueños, y estaba más alerta de lo que solía estar al despertar. Estaba oscuro, pero había destellos azulados de luz proviniendo desde debajo de la puerta. Alcancé el lado de la cama, intentando encontrar una lámpara en la mesilla de noche. Una luz apareció sobre mi cabeza, resoplé, y Alice estaba allí, arrodillándose a mi lado en la cama, su mano en la lámpara que fue insensatamente montada sobre la cabecera.

“Lo siento”, dijo mientras yo me desplomaba de alivio hacia atrás, sobre la almohada. “Jasper tiene razón”, continuó, “necesitas relajarte”.

“Bien, no le digas eso a él”, me quejé. “Si él intenta relajarme más, entraré en coma.”

Se rió tontamente. “Lo has advertido, ¿eh?”

“Si él me golpeara la cabeza con un sartén habría sido menos obvio.”

“Necesitabas dormir.” Se encogió de hombros, sonriendo todavía.

“Y ahora necesito una ducha, ¡hala!” Me di cuenta de que todavía llevaba el ligero vestido azul, el cual estaba más arrugado de lo que tenía derecho a estar. Mi boca sabía turbia.

“Creo que vas a tener una magulladura en la frente”, mencionó mientras me dirigía al baño.

Después de haberme aseado, me sentí mucho mejor. Me puse las prendas que Alice dejó para mí en la cama, una camisa verde militar que parecía estar hecha de seda, y pantalones cortos marrones de lino. Me sentí culpable, ya que mis nuevas cosas eran mucho más agradables que cualquiera de las prendas que había dejado atrás.

Fue agradable hacer algo por fin con mi pelo; los champúes del hotel eran de una marca de buena calidad y mi pelo resplandeció de nuevo. Me tomé mi tiempo en secarlo con perfecta rectitud. Tuve el presentimiento de que no haríamos gran cosa hoy. Una estrecha inspección en el espejo reveló una sombra oscureciendo mi frente. Fabuloso.

Cuando al fin aparecí, la luz brillaba al máximo alrededor de los bordes de las gruesas cortinas. Alice y Jasper estaban sentados en el sofá, mirando fija y pacientemente la televisión, con el sonido casi apagado. Había una nueva bandeja de comida en la mesa.

“Come”, dijo Alice, señalándola firmemente.

Me senté obediente en el suelo, y comí sin sentir la comida. No me gustaba la expresión de ninguna de sus caras. Estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, ni siquiera cuando echaban anuncios. Empujé la bandeja a un lado, con el estómago repentinamente revuelto. Alice miró hacia abajo ahora, observando con mirada disgustada la bandeja todavía llena.

“¿Qué es lo que va mal, Alice?” pregunté dócilmente.

“Todo va bien.” Me miró con ojos abiertos y sinceros que no me creí ni por un segundo.

“Bien, ¿qué hacemos ahora?”

“Esperaremos a que Carlisle llame.”

“¿Y no debería haber llamado ya?” Me pareció que me iba acercando al meollo del asunto. Los ojos de Alice revolotearon desde los míos hacia el teléfono que estaba encima de su bolso; luego volvió a mirarme.

“¿Qué significa eso?” me temblaba la voz y luché para controlarla, “¿qué quieres decir con que no han llamado?”

“Simplemente que no tienen nada que decir.” Pero su voz sonaba demasiado monótona y el aire se me hizo más difícil de respirar.

“Bella”, dijo Jasper con una voz sospechosamente tranquilizadora, “no tienes de qué preocuparte. Aquí estás completamente a salvo.”

“¿Crees que es por eso por lo que estoy preocupada?” pregunté con incredulidad.

“¿Entonces por que?” Él estaba también confundido. Aunque podía sentir el tono de mis emociones, no podía saber las razones que las motivaban.

“Ya oíste a Laurent”, mi voz era sólo un susurro, pero estaba segura de que podía oírme, sin duda. “Dijo que James era mortífero. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si cualquiera de ellos sufriera algún daño, Carlisle, Emmett… Edward...” Tragué saliva. “Si esa mujer brutal le hace daño a Carol o Esme...” hablaba cada vez más alto, y en mi voz apareció una nota de histeria. “¿Cómo podré vivir después sabiendo que fue por mi culpa? Ninguno de vosotros debería arriesgarse por mí...”

“Bella, Bella, para...” me interrumpió Jasper, sus palabras fluyendo rápidamente. “Te preocupas por lo que no debes, Bella. Confía en mí en esto: ninguno de nosotros está en peligro. Ya soportas demasiada presión tal como están las cosas, no hace falta que le añadas todas esas innecesarias preocupaciones. ¡Escúchame!” me ordenó, porque yo había vuelto la mirada a otro lado. “Nuestra familia es fuerte. Nuestro único temor es perderte.”

“Pero ¿por qué...?” Alice me interrumpió esta vez, tocándome la mejilla con sus dedos fríos.

“Edward lleva solo casi un siglo. Ahora te ha encontrado, y nuestra familia está completa. ¿Crees que podríamos mirarle a la cara los próximos cien años si te pierde?”

La culpa remitió lentamente cuando me sumergí en sus ojos oscuros. Pero, incluso mientras la calma se extendía sobre mí, sabía que no podía confiar en mis sentimientos con Jasper presente.

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